martes, 6 de diciembre de 2016

Adicción al “me gusta” de Facebook

Adicción al “me gusta” de Facebook y, en general, a las redes sociales.

Cuánto daño, incluso conductual, puede hacer la recopilación de los “me gusta” en las redes sociales.

Hace un par de días me llamó la atención un comentario de un conocido en Facebook en el que, con un tono molesto, increpaba a sus “amigos”, “conocidos” y “seguidores” en esa red social porque -textualmente- sus “amigos” leían sus “posts” pero que jamás le daban al “like” (el “me gusta”) a sus publicaciones argumentando que, quizás, el no era “lo suficientemente brillante, genuino, ingenioso, gracioso u original para ser merecedor de sus "likes” (sic.). Toda una incitación a que sus contactos hicieran una acción en busca de la aprobación por parte de la gente de sus publicaciones. Luego de esto, sus seguidores -supongo que para que no se sintiera mal- lo compensaron con cientos de “me gusta”. Posteriormente, el entraría con frecuencia a comprobar quién le daba a ese “me gusta”.

Otro “conocido” mío en Facebook hace unos meses también pedía -y no era la primera vez que ví que lo hacía- que la gente le diera “me gusta” a sus publicaciones, que vieran sus vídeos -incluso él llegaba a decir que porque al publicar los vídeos se ve el número de reproduciones- y que la gente los compartiera: una alimentación de ego personal pura y dura.

Según expertos en Sociología, el refuerzo o reforzamiento positivo a una conducta es, junto a la comida y al sexo, lo que más motiva a los individuos: esa necesidad de la aprobación social de lo que se hace, se piensa y se dice.

Ante esto, ¿qué piensan esas personas de la gente que no les da a “me gusta” en sus publicaciones? ¿Pensarán que los aman, que los odian? Y siguen publicando cosas en busca de esos “aplausos” de reconocimiento “digital”.

Pero esta conducta de la necesidad de recolectar “me gusta” se puede transformar en una patología que lleva a la enfermedad, y eso sin que contemos los problemas que puede acarrear publicar practicamente en las redes sociales todo lo que hacemos.

No es la primera vez que sabríamos de gente que ha sido despedida por sus empresas por decir que no iban a trabajar porque estaban enfermos y luego han subido fotos diciendo que estaban en tal o cual lado o gente que han roto sus matrimonios o relaciones personales “por culpa” de lo que hacen público de sus vidas en Internet.

En un vídeo titulado “A social life” (“Una vida social”) de la directora Kerith Lemon en el cual se invita reflexionar sobre este asunto, se ve a la protagonista acostada, que se levanta de la cama y, entre otras cosas, se calza unas zapatillas deportivas, publica en Internet que va a hacer “running” y luego se quita las zapatillas o bien se maquilla, se hace un “selfie” diciendo que se ha arreglado para salir de casa, pero luego no sale de ella porque, en el fondo, es mentira lo que publica. Estas y otras actividades aparecen en el vídeo.


A Social Life. Social Media Depression. Kerith Lemon.

Pero, el mensaje del vídeo es esa dependencia que se convierte en adicción enfermiza; en esa necesidad de la aprobación de los demás -por medio de esos “me gusta”- de una conducta y una forma de vida que, en muchos casos, es ficticia y, por lo tanto, inexistente.

Claro está, todo esto produce un círculo vicioso: se publica algo y cada X tiempo -a veces en periodos de tiempo muy cortos o teniendo activadas las notificaciones en el teléfono móvil- se va comprobando cómo interactúan los contactos de esas personas con sus publicaciones que, en la mayoría de los casos, produce peligrosamente ansiedad.

En esto, encontramos varios problemas que, algunos en su adicción, no se dan cuenta:

1.- Están perdiendo su intimidad (que luego, muchos claman por su privacidad).
2.- Hay una sobreexponsición, muchas veces falsa de como en realidad se sienten, como en el caso de la protagonista del vídeo.
3.- Muchos publican fotografías de momentos aparentemente felices, en busca de ese reforzamiento positivo, cuando en realidad carecen de una vida física o mental saludable.
4.- Hay una doble vida: la real, con sus problemas cotidianos, y la “maravillosa vida” que se quiere hacer ver que se tiene “on line”.

Todo esto hace que ese tipo de usuarios no se den cuenta de su adicción psicológica y los trastornos de conducta que les produce Internet.

No sólo es el problema a la adicción. Detrás de todo esto está el asunto del llamado “Big data”.

En el caso de Facebook, desde hace tiempo aparece a nuestra vista momentos pasados y esta red social nos invita a volver a compartir esos momentos. Todo viene por dos motivos: uno, que hay una tendencia generalizada a cada vez publicar menos y la segunda es que no hay que olvidar que esos contenidos son parte del negocio de Facebook. ¿Te suena eso de “reconocimiento facial” entre otras cosas?

Otro asunto es la adicción al teléfono móvil. Desde usarlo como despertador -y el problema que genera de nada más despertar, el ver los mensajes de, por ejemplo, Whatsapp o consultar el correo electrónico- hasta para navegar por Internet. Las estadísiticas reflejan que el 85 por ciento de las consultas y la navegación por Internet se hace a través de los teléfonos móviles.

Así que, cuidado con la búsqueda compulsiva de los “me gusta” y esa aprobación en las redes sociales de todo lo que hacemos… supuestamente.

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