Fue en el trascurso del verano de 1995. El Sevilla Fútbol Club junto al Celta de Vigo sufrió (sufrimos) la baja administrativa a segunda división por no presentar unos avales como previsión de deudas tal como obligaba la Ley del Deporte.
Y los sevillistas, en una calurosa tarde de aquel verano, nos echamos a la calle. A manifestarnos. Hasta aquel día, la impresión era que los sevillistas sólo hacían escuchar su voz en el Ramón Sánchez-Pizjuán. Aquella tarde de verano, decenas de miles de sevillistas protestamos y España entera nos escuchó.
La presión de la afición mediante un clamor único como si fuera una sola garganta logró que la Federación Española de Fútbol se retractarse y conseguimos que el equipo, nuestro equipo, nuestro Sevilla, el que es de todos, jugase la siguiente temporada en Primera División.
Luego pasaron varios entrenadores por el equipo. Algunos de renombre, como José Antonio Camacho, otrora y posteriormente seleccionador nacional de fútbol…y bajamos a segunda división. A todo esto se sumó la desafortunada, penosa e impresentable gestión del ex-presidente González de Caldas que casi consigue que se tuviera que vender nuestro estadio para afrontar las deudas contraidas por la entidad. ¡Que nos íbamos a quedar sin nuestro Sánchez-Pizjuán!
Pero entre la afición no hubo resquicio de división: las filas estaban prietas. Entre nosotros no corría ni el aire. Como decía Carlos Salvador Bilardo: “¡Ché, que tus enemigos son los que no visten de colorado. Los de colorado son los nuestros!”.
Y digo esto porque es evidente que entre la afición del Sevilla hoy existe una brecha por los distintos debates que hay, todos justificados, por supuesto. Pero, como dice el refranero, fuente que es de sabiduría popular, los trapos sucios hemos de lavarlos en casa y no airearlos. Comentario que hago tras observar desde fuera y de la forma más objetiva posible la imagen que estamos dando. A su vez, muchos no se dan cuenta que esta imagen a los únicos que nos hace daño es a nosotros mismos, los de colorado.
Con todo lo expuesto, aquí va mi súplica para que por lo menos hasta el final de la temporada los aficionados hagamos piña; que apoyemos a los nuestros; como el padre que su hijo es el último de la clase pero que nunca lo difamará ni matará porque antes que nada es su hijo.
¿Os acordáis? Fue la pasión, el sentimiento hacia nuestro querido club y a nuestros colores los que nos hicieron manifestarnos unidos ante la desgracia.
Qué gustazo. Y cual historia contada en mil y una películas, el protagonista lo pasó mal, terrible. Pero el final fue apasionante, se consiguió el objetivo buscado por todos que no era otro que el bien común. Sólo se logró estando la afición unida. Por supuesto cada uno con su respetable opinión, pero sin fisuras.
Costó trabajo, mucho trabajo. Pero una vez más quedó comprobado que la unión de la afición hace la fuerza y que el tiempo da, quita razones y nos pone a cada uno en el lugar que nos corresponde. Señoras y señores: paciencia y tiempo al tiempo que las prisas son malas consejeras.
Ver y haber asistido a aquella manifestación popular del sevillismo en 1995 fue espectacular y el resultado de ella aún más. Y lo que más me gustó de vivir aquella experiencia, historia viva de nuestro club que debemos tener presente: la unión de los aficionados.
Fue, ni más ni menos, de Cine.
Publicado en la página web www.elsevilla.com
1 comentario:
jajaj, veo q me hiciste caso, es una peaso nota q nos viene al Sevillismo como anillo al dedo!
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