"Debe ser simple para ser cierto. Si no es simple, probablemente no podremos descifrarlo". Frase de Albert Einstein, científico alemán.
Pues ni sí ni no, don Alberto. Depende de la capacidad de cada uno.
Está mañana me dí una vuelta por el blog de Maku y el blog de Belén los cuales han influido en cierta manera en la forma de plantearme el día.
Belén comenta en una de las entradas de su blog el hecho que se está dando cuenta de que la vida pasa. Todo ello le vino al ver como su prima Carmencita estuvo en su casa con los juguetes que ella y sus hermanas habían usado hace unos años y eso le dio a pensar sobre las etapas de la vida.
Después entré en el blog de Maku -no diré aquí que Inma (Maku) y Belén son hermanas y sobrinas mías, no vaya a ser que se molesten- que en su entrada más reciente contaba que había tenido un sueño muy extraño en el que iba en una barca por el río Guadalquivir, siendo de noche y que le llevaba hasta el Callejón de la Inquisición, que se encuentra en la orilla trianera al comienzo de la calle Castilla donde acaba la calle San Jorge, en Sevilla. Ella acababa su comentario dando las gracias a aquellos que "me convencieron de que no voy en la barca porque sí, sino porque lo que hago sirve para algo, los que me demostraron, en fin, que resulta que no bailo tan sola como yo me creía" (sic).
No seré el que le dé una explicación freudiana a su sueño pues doctores tiene la Iglesia. Lo que sí hace que hoy empiece a escribir sobre mi punto de vista sobre la vida es el ver que ellas dos, aun siendo todavía jóvenes, son personas que van madurando muy rápidamente, lo cual me lleva a varias preguntas:
¿Es bueno madurar tan rápidamente?
¿La sencillez nos lleva a la búsqueda de lo esencial o es la complejidad?
¿Es innecesaria la complejidad?
¿Vivimos en y con armonía?
¿Admitimos el fracaso sin que eso nos produzca el sentirnos humillados?
¿Dejo de ser intuitivo si no soy sencillo en mis pensamientos?
La verdad, ¿está fuera o vive dentro de nosotros?
Evidentemente la lista se haría interminable. Cierto es que la muerte de un ser querido o incluso el pensar en la nuestra a veces nos hace que nos paremos y reflexionemos sobre lo que es inmanente y lo que es trascendente para nuestras vidas: lo que verdaderamente necesitamos en nuestra vida y lo que no.
Retomo el título de esta entrada y digo que tenemos la obligación de aprender a vivir. Es la vida. Como dijo Hume, el empirista, "nos alimentamos de la experiencia" y, como digo yo, aunque llevemos dentro de nosotros mucha información genética en los cromosomas, mi microcosmos -ego sum- me induce a pensar que, ahí fuera, debe de haber vida. Y la hay.
Pudiera ser que Guillermo de Ockham y su navaja tengan parte de la solución a este planteamiento. Ockham, el franciscano, dice que "en igualdad de condiciones la solución más sencilla es probablemente la correcta". Probablemente estuviera en lo cierto, pero qué pocas veces estamos en igualdad de condiciones.
Como dice el psiquiatra Pablo Martínez Vila, nadie está, a priori, destinado a sucumbir ante las adversidades. Incluso asevera que ser felices o desdichados depende en gran manera de nuestra reacción ante la desgracia. Estoy de acuerdo.
Vivir aprendiendo, pero con esperanza y sin que nadie ose a robarnos nuestras ilusiones. Quizás ese sea el camino.
A propósito. Se supone que hoy es un día de otoño. El escuchar a través de mi ventana el canto de los pájaros y el calor agradable que está haciendo hoy, hace que parezca que la primavera ha querido venir hoy de visita y, quizás, a recordar que después del invierno ella volverá a venir.
Continuará en la categoría:
Aprendiendo a vivir.
lunes, 20 de octubre de 2008
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